PAUL CELAN Y UN
ANCIANO DE HUESCA.
TODO EN UNO
Trece de febrero. En la boca del corazón
despierto
schibboleth. Contigo,
Peuple
de Paris. No pasarán.
Corderillo a la izquierda: él, Abadías,
el anciano de Huesca, vino con los perros
por el campo, en el exilio
se irguió blanca una nube
de nobleza humana, él nos
dijo en la mano la palabra que necesitábamos, era
español de pastores, allí,
en la gélida luz del crucero “Aurora”:
la mano fraterna, haciendo señas con la
venda retirada de los ojos grandes
como la palabra — Petrópolis, la
ciudad migratoria de los inolvidados,
te era toscana también, de corazón.
Peuple
de Paris. No pasarán.
Corderillo a la izquierda: él, Abadías,
el anciano de Huesca, vino con los perros
por el campo, en el exilio
se irguió blanca una nube
de nobleza humana, él nos
dijo en la mano la palabra que necesitábamos, era
español de pastores, allí,
en la gélida luz del crucero “Aurora”:
la mano fraterna, haciendo señas con la
venda retirada de los ojos grandes
como la palabra — Petrópolis, la
ciudad migratoria de los inolvidados,
te era toscana también, de corazón.
¡Paz a las
cabañas!
En 1962, Paul
Celan y su mujer, Gisèle de Lestrange, compraron una casa de campo en
Moisville, un pequeño pueblo al sureste de Normandía, de apenas 150 habitantes. Allí conocieron a Abadías, “el anciano de
Huesca” que le enseñó su “español de pastores” y al que inmortalizó en este
poema, incluido en el libro “La rosa de nadie”. En las navidades de ese mismo
año, Celan sufrió una fuerte crisis depresiva e inició su cuesta abajo definitiva.
Las causas venían de antaño y eran varias, desde el trauma del holocausto a una
acusación de plagio, e intuyo que ya afloraban cuando vieron venir a Abadías,
“corderillo a la izquierda (…) con los perros por el campo”.
Daniel Abadías
era un republicano exiliado que trabajaba como pastor en Moisville. En el poema
simboliza la “nobleza humana” que “nos dijo en la mano la palabra que
necesitábamos”. Probablemente, Celan funde su figura con la del profeta Abdías,
que predijo el fin del reino de Edom. Con Edom, a su vez, intuyo una
identificación del propio autor, en un autorretrato desolado y desolador, fruto
de la depresión: abandonado por aliados y amigos, sin la sabiduría que cree
poseer, Edom/Celan será arrasado por los ladrones/enemigos. Abadías también representa,
quizás, un ideal de coherencia
ideológica y paz espiritual, en contraste con la marejada interior del poeta,
para la que sería un bálsamo.
En el poema se
mezcla lo personal y lo colectivo, la base ideológica antifascista con
fogonazos íntimos, imágenes herméticas que crean una atmósfera de contrastes,
un anhelo de paz en un universo violento, sugiriendo más que narrando. Recordemos
que, en 1962, la guerra fría se halla en su punto álgido, a punto de
convertirse en conflagración mundial con la crisis de los misiles. La hecatombe
atómica parece a la vuelta de la esquina. Aún está fresco el cemento del muro
de Berlín y, su antítesis, el impacto de la revolución cubana. Los jóvenes del
mundo occidental bullen en movimientos
que desembocarán en actitudes públicas contestatarias, más o menos
revolucionarias. Es, igualmente, el fin de la mortífera guerra de Argelia,
incrustada en el proceso descolonizador, con el impacto que tuvo en Francia,
país de adopción de Celan. Una sociedad distinta está germinando, unos modos
distintos de relacionarse y de manifestarlos a través de los actos creativos.
Un tiempo del que, parafraseando a Vasili Grossman, Celan quizás siente que ya
no será hijo, sino hijastro. Las referencias culturales del poema, aunque emotivas,
invocan al pasado. Se menciona al “Aurora”, el crucero cuyo cañonazo fue la
señal para el asalto al Palacio de Invierno, origen de la Revolución de Octubre,
en Rusia. “Schibboleth”, palabra hebrea, con el significado de contraseña
que identifica frente al enemigo, unido al “No pasarán” de nuestra Guerra
Civil. Intuyo en Petrópolis, “la ciudad migratoria de los inolvidados”, una referencia a Stefan Zweig y su esposa, que
huyendo del nazismo terminaron suicidándose, en 1942, en esa ciudad brasileña, convencidos
de la debacle de la cultura alemana y del fin de la civilización. 1942 fue,
también, el año en que los nazis detuvieron a los padres de Celan. Su
asesinato, poco después, marcó definitivamente al poeta, sobre todo la pérdida
de su madre, con la que estaba muy unido.
Allí, en ese momento, apareció Abadías
con sus perros y su cordero, “se irguió blanca una nube”. Desconozco si el
contacto fue casual o lo mantuvieron en el tiempo. En todo caso, la “paz a las
cabañas” no alcanzó a la humanidad, ni mucho menos a Celan, que tras varios
intentos consiguió suicidarse en 1970, arrojándose al Sena desde el puente
Mirabeau, en París.